Construcción del autoestima desde las artes plásticas

El arte en la vida cotidiana nos lleva al desarrollo integral del ser humano desde los primeros años de vida pasando por la adolescencia, juventud y vida adulta.                              
La pintura, la escultura, la cerámica, la orfebrería, las artesanías se consideran artes plásticas porque utilizan materiales capaces de ser moldeados y modificados por el artista a través de diferentes técnicas entre las cuales mencionamos algunas como: Óleo, acrílico, acuarela, pastel y otros en el caso de la pintura. Piedra, metal, madera en la escultura; barro en la cerámica;  oro, plata, alambre y  piedras preciosas en la orfebrería; fique, caña en la cestería y así muchos materiales por cada disciplina. Todas estas diferentes manifestaciones artísticas, han sido empleadas por el hombre como vía de expresión a lo largo de su historia desde que habita la tierra, para reflejar la cultura de cada época.
El arte nos lleva a darle un sentido trascendental a los acontecimientos de la vida diría. Con el arte comunicamos, plasmamos, sentimos, admiramos, nos inspiramos, y tomamos consciencia de la belleza de la vida y apreciamos los dones especiales de aquellos que logran impresionarnos con su creatividad. 
Una obra de arte es una creación y producción que trasciende en lugar y tiempo. Nosotros los seres humanos somos una creación única e irrepetible. Somos arte, nacimos en tiempos, lugares y momentos diferentes, y estos factores sin duda alguna repercuten en la manera de comunicarnos y de expresarnos bien sea con nuestro comportamiento o a través de alguna manifestación artística.

¿Pero en donde está la relación del arte con la autoestima?

Empecemos por recordar que la autoestima son las impresiones que se tiene de uno mismo, es la forma como nos comprendemos desde lo emocional, lo cognitivo, lo físico e incluso lo espiritual.  Desde la autoestima podemos definirnos y establecer cuáles son nuestras virtudes y nuestras falencias, es observarnos a nosotros mismos de la manera como lo haríamos cuando observamos una obra de arte.
                                       
Cuando recorremos los museos y nos detenemos ante una pintura, detallamos la técnica empleada por el artista, los colores, el tema que representa, la luz, el volumen, así como también podemos captar o intuir los sentimientos que el artista nos quiere trasmitir, las emociones que nos quiere causar que pueden oscilar entre la admiración y el éxtasis, hasta la confusión y el rechazo si la obra no es de nuestro agrado.  La interpretación de una misma pintura varia de una persona a otra, incluso, dependiendo del estado de ánimo en que nos encontremos, podemos percibirla de diferentes maneras.

Si aplicamos el método o el análisis que hacemos ante una obra y nos miramos a un espejo conscientemente es decir realizando un ejercicio de introspección, podemos vernos como somos, lo que reflejamos, como nos leemos, que transmitimos de nosotros a los demás; ¿seriedad, seguridad, ansiedad, tristeza, incertidumbre, confianza?

¿Cuál es mi esencia y de qué manera mi propia historia ha forjado mi estima?  Estos análisis nos llevan a pensar que cuando hay reconocimientos desde nuestros valores, luchamos por ellos y a la vez trabajamos en nuestras dificultades, podemos tener una auto estima real. Somos consciente de mantener un dialogo interno positivo, de buscar experiencias positivas, de alejarnos de las personas tóxicas, de comprendernos y ayudarnos. Podemos convivir con diferentes niveles de autoestima según la forma como nos desempeñamos y nos relacionamos. Por ejemplo, podemos tener relaciones afectivas y sentimentales muy valiosas y sanas, pero sentirnos muy inseguros en nuestro trabajo. Esta percepción que tenemos de nosotros mismos, es fundamental observarla, controlarla, moldearla, porque si no la atendemos adecuadamente desarrollaremos una autoestima baja y ocasionarnos depresiones.
Por ello   es importante revisar si nosotros nos percibimos como una “obra de arte”. Podemos tener la certeza o dudar si somos o no una “Obra”.

 
Cada día de nuestra vida nos construimos, nos transformamos, nos abrazamos con nuestras características.
Cuando reconocemos esas características que no son positivas, debemos trabajar para construir esa persona ideal que queremos ser, que nos empodera, que nos da fuerza y tranquilidad. Construir una autoestima sana, toma tiempo, paciencia y dedicación. Es un lienzo en el que cada día trazamos a consciencia, finas líneas que van ajustando y puliendo esos elementos que nos llevan a ver una perspectiva positiva de la vida, que llenan de color nuestros grandes momentos, que nos produce sensaciones gratas y nos lleva a ver reflejado ese ser humano poderoso, equilibrado y valioso que queremos ser.  Por eso es fundamental que la “técnica” que apliquemos en esa construcción, sea realizada a consciencia, tras un riguroso análisis y honesta observación   de aquellos debilidades y amenazas que nos afectan.

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